Consideradas como los insectos que garantizan la supervivencia de la humanidad sobre la tierra, por su importante labor como agentes polinizadores, las abejas nativas representan también una alternativa productiva para las comunidades asentadas en el Chocó Biogeográfico.

Desempeñan una importante labor en la reproducción vegetal, al punto que se ha generado una relación de coexistencia entre ellas, las especies vegetales y el ser humano; lo que se traduce en prestación de bienes y servicios ecosistémicos.

“Al utilizar el polen y el néctar de las plantas para alimentarse o producir miel, propóleo y cera, las pequeñas abejas al mismo tiempo favorecen la fertilización y la formación de flores y frutos en muchas plantas que sirven de alimento a los seres humanos, en un claro ejemplo de cooperación mutua”. 

Se puede afirmar que el 90% de las flores y frutos que se producen en las 5.254 especies de plantas que existen para la región del Chocó Biogeográfico, están determinados por la presencia de las Abejas Nativas, quienes asumen un trabajo indelegable.  Sin embargo, pese a su importancia ecológica y económica, estos pequeños insectos se encuentran en peligro, en parte por el desconocimiento generalizado de su papel ecológico, lo que se traduce en el uso indiscriminado de insecticidas que afectan su supervivencia. Para protegerlas se hace necesario cultivar una amplia variedad de plantas nativas que florezcan en diferentes épocas del año, diversificar la siembra de cultivos alimenticios, proteger ecosistemas forestales, reducir el uso de insecticidas y plaguicidas, reservar zonas identificadas como hábitats naturales y delimitar terrenos mediante cercas vivas, entre otras acciones.

Además del papel ecológico de las abejas y su vulnerabilidad ante algunas prácticas productivas, hoy desde el IIAP se destaca su importancia económica y las posibilidades que esta actividad brindaría a los habitantes del Chocó Biogeográfico de tomárselas en serio. Investigadores de la entidad han caracterizado con fines comerciales 4 especies de abejas sin aguijones, Boca de jarra o sapo (Cephalotrigona zexmeniae), Mona (Tetragona ziegleri), Balsina(Melipona ebúrnea o costarisensis) y Angelita (Tetragonisca angustula), representadas por los géneros, Melipona, Tetragonisca, Tetragona y Cephalotrigona; de igual manera se han identificado 66 especies de flora apícola donde las abejas realizan algún tipo de actividad (pecoreo), y evaluado la miel y el propóleo, a partir del análisis de las características organolépticas; otros productos como la jalea real, polen y la cera, aún se encuentran pendientes de evaluación.  

Con base en los resultados obtenidos, la institución le apuesta al uso de las abejas en la generación de alternativas productivas sostenibles, procurando el equilibrio entre la economía y la ecología. 

“Según estudio de factibilidad para producción de miel de abejas nativas en cajas racionales, se necesitan 2.416.000 pesos aproximadamente para establecer un meliponario, donde el rendimiento productivo por cada peso invertido dependerá de la especie de abeja; para el caso de T angustula, se reciben 1,8 pesos y para M ebúrnea, se reciben 1,5 pesos.”

La meliponicultura, es vista por el IIAP como una actividad productiva complementaria de otras que se adelantan en el territorio, con la que se podría generar ocupación de muchas mujeres y jóvenes que actualmente carecen de trabajo remunerado, destacando la oportunidad que representa la urgente necesidad de reactivar la economía regional. Por esta razón, realiza esfuerzos que ayuden a su conocimiento que sirva como base para su protección, uso económico, uso ecológico, para lo cual se requiere de una articulación entre instituciones que se traduzca en apoyo a emprendedores, a considerar su protección entre las actividades beneficiarias de mecanismos como el pago por servicios ambientales, y a asociarla a las acciones de restauración productiva que se adelantan en la región.

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